Los celtas ocupaban la Meseta (centro de la Península Ibérica) y la costa atlántica (la actual Portugal, Galicia y la costa cantábrica, donde convivían con otros pueblos, como los vascones).
Como los íberos, vivían en poblados amurallados y elevados, pero sus casas, llamadas castros, eran de planta circular y estaban distribuidas de manera desordenada.
Los celtas mantenían pocas relaciones comerciales.
Se dedicaban principalmente a la ganadería y eran especialistas en la fabricación de objetos de metal.